viernes, 4 de abril de 2008

Suicidio en el país de las magnolias



José Alejandro Peña
SUICIDIO EN EL PAIS DE LAS MAGNOLIAS

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José Alejandro Peña
Poemas del libro "Suicidio en el país de las magnolias"


CON HAMLET EN EL BULEVAR DE SODOMA


El hijo por la madre tiene un hacha para cortar al padre en dos.
El hombre por su amada tiene un nervio torcido.
La hija está sentada en el umbral de su fuga.
Dentro de los viejos estuches de su madre
caracoles de plomo iguanas hermafroditas y sedientas
un ojo de ceniza del que provienen algunos de los seres que conozco…
Ella saca del fondo de su corazón un pequeño relámpago de plomo un cíngulo con marcas de dientes de plomo un cuchillo de plomo para el marido que llegará más tarde porque lo ha demorado sin duda este poema…
El hijo sale en busca de su padre muerto por toda la ciudad y cuando al fin en el bosque se distancia de sí y de los otros dice a un trozo de árbol: “me has matado amigo amigo…”
Entonces la madre convertida en faisán
oculta entre sus plumas sombras y pasos de sonámbulos
y alguna incertidumbre ya madura.
La hija en el ascensor del cielo abre un estuche que parece un reloj cuyos ribetes de plomo marcan el fin del mundo.
Allí guarda los residuos de la luz del día anterior también de plomo.

El poema me ha demorado la vida con símbolos de plomo y de agua.

El hombre dice sí a la mujer que pasa.
La mujer dice sí con las piernas abiertas
a todo lo que asoma por la grieta del piso.



EL OJO


El ojo suspendido en el aire de los calabozos como playa o cristal o como grieta surgiendo siempre de las profundidades y volviendo a ser lo mismo que fueron mis camisas de óxido y calambre: nube de combinación para mis placeres de altura…
Oh —te digo— el mundo pierde sus colores cuando dices que el mundo pierde sus colores porque a veces el mundo pierde sus colores para que haya en el mundo un mundo sin colores que se parezca al cielo y a ti que sueñas con colores iguales a todos los colores que solamente para ti yo invento.
Entonces el ojo es más que sombra y cielo y piedra: una pregunta que no tiene respuesta.
Es el ojo que te dice que todas las profecías perecerán
lo mismo que los días del hombre y que el desaliento
y los presentimientos no son sino modorra.
Solamente los muertos de mirada intercesora
conocen la verdad de todas las cosas.
Y he aquí el ojo que se mira en el mirar de todos
el ojo con sus cuerdas vocales reventadas
el ojo meteórico ondulante
eclíptica madrépora sin luna para el sonido cóncavo
y así traumática calígine consagra
hermético clamor
mísera simultánea luz tiránica.
El ojo donde se cumplen las profecías y se disipa el puentecito de la cosa inventada. El ojo lleno de mariposas de semen.
El ojo que te dice que hay que volver a ser niño
el ojo que ya no puede deshacerse de sus ruinas.

El ojo es una herida que no se cerrará
un puente que no se cruzará
un abismo que no puede ser medido.


HOMENAJE A MARCEL DUCHAMP


Hay cientos de mujeres por todas partes a todas horas inconclusas: cierran o abren las piernas con delicado fervor.
Viven en el mismo país que las ánimas y se comen los dientes dinamitados de los hombres que se amarran al hígado una vaca partida por la mitad.

Al día siguiente la mujer del zócalo se despide del superintendente de una pajarera del trópico.

En ese momento llegan dos niñas cojas cargando un ataúd. Se miran y salen volando por una hendija del cielo.

Las otras mujeres echan al pozo la cabeza del dios-lince quien así en un sueño lo dictara a su cocinero de algas venenosas.
El hombre-objeto que ha escuchado el sermón de la diosa se ha ido reduciendo de tamaño
y ahora es un artefacto para el disimulo
un artefacto natural -desde luego.-

La mujer verde se ha comido los trozos
del hombre azul que pendía del techo
cabeza abajo sin sangre.

Todos hablaban de injurias y de refinamiento
menos la niña de los tomatones
la que tenía el sexo como una perita
que apretaba el corazón del demonio.

Antes no fue sino la mucama de un emperador de las orillas del río Ozama.

El ocioso camarero del hotel vino a contarle que el mundo se había terminado pero que todavía quedaban algunas hamburguesas sin colonizar que por favor abriera un poco las piernitas para evitar la congestión de los gases tóxicos.

Y así las matemáticas oníricas del viejo sermón se convirtieron luego en el mal de nuestro siglo.

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© José Alejandro Peña
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Biografía Resumida:

José Alejandro Peña nació el 9 de julio de 1964 en Santo Domingo, República Dominica.
Obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1986 con su libro “El Soñado Desquite”. Este libro despertó curiosidad en los poetas e intelectuales de su generación y sigue siendo un libro emblemático entre los poetas más jóvenes. Pese a que algunos críticos se aferran fácilmente a la idea de que éste es el mejor de sus libros, no debe ignorarse la calidad e importancia de su primer libro publicado en 1984: “Iniciación Final”. Es con la publicación de su libro “Pasar de Sombra” (en 1989) que nuestro poeta alcanza mayor nivel de prestigio entre los intelectuales de su país. Sus libros posteriores muestran a un poeta, igualmente maduro, con una imaginación desbordante y mordaz.

Bajo el sello de su propia casa editora, ha publicado un volumen de sus Obras Poéticas, en el cual reúne ocho de sus libros publicados entre 1984 al 2004: Iniciación Final, El Soñado Desquiete, Pasar de Sombra, Estoy Frente a ti, Niña Terrible, Blasfemias de la Flauta, Mañana, el paraíso, El fantasma de Broadway Street y otros poemas, y La vigilia de todas las islas.

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